Si David fuese un objeto, sería una bomba. Una bomba que suelta chispas y que parece que va a estallar. Una bomba capaz de arrasar con los rascacielos de Nueva York, una bomba tan peligrosa y potente que convertiría a Central park en una mota de polvo. Una bomba que explotaría una y otra vez, sin importar los daños o consecuencias que conllevan esa explosión. Estallaría cuando se riese, cuando se cabrease, cuando se entristeciese, cuando se enamorase y cuando hiciese una broma. Vibraría y se movería, y luego estallaría. Si David fuese un animal, podría ser un perro o una pantera. Leal, canino, de instintos fuertes y a veces bajos pero nunca crueles. Rabioso pero noble, dormir, comer, bostezar con la boca abierta, echarse la siesta roncando, trasnochar a cuatro patas, ladrar todo el tiempo. Hacerse pis en una esquina para marcar el terreno. Observador y salvaje, imposible de domar y peligroso. Si David fuera una estación sería un día de verano que empieza brillando, sigue nublado, amenaza chaparrón, desencadena bochorno, acaba en tormenta y termina azulado incluso cuando se ha hecho de noche. David sería mil estaciones en un día, y un dolor de cabeza al amanecer porque nadie puede sentir tantas cosas.
Pero, desgraciadamente para algunos, David es una persona. No decimos humano porque sería equivocarse.
David se ríe y todo su cuerpo se mueve como si fuese un motor, reaccionando a la risa como un combustible. Hace bromas e insulta pero no en serio. Ironiza y añade un tono elevado al final de la frase que indica que hablaba con sarcasmo. Si quiere decir algo, lo dice y no esconde lo que piensa. Es directo y puede que a veces necesitase pensar lo que sale por su boca. Se exhibe y se esconde, un juego de niños de fáciles reglas pero de complicado juego. Un juego que se lleva a cabo mediante miradas y acciones, que pocos entienden y que oculta secretos que ni ellos mismos saben que esconden. Habla sin razón y pregunta cosas ilógicas. Hace rabiar, enfadarse y siempre consigue lo que se propone porque no se rinde, no tropieza ni se tambalea. Mantiene el equilibrio aunque su cabeza no esté muy cuerda. Es un gamberro, un travieso, un popurrí de ideas que se escapan de lo normal. Siempre tiene que hacer algo. Una travesura, una broma, algo. Algo para marcar su lugar.
En ocasiones se queda callado, en una esquina, observando. Silencioso, misterioso. Canino. Letal. Te mira, y te mira no solo a los ojos, si no más allá. Te mira tan salvaje y descaradamente que debería ser un delito mirar así. Esas miradas que dejan seco y que parece que te desnuda. David es intenso y todo en su vida es así. Tiende a simpatizar con toda la gente cercana a él, pero se muestra frío y neutral si se siente desprotegido. Está seguro de sí mismo. Si alguien le cae mal, no puede disimularlo y saca su peor faceta. La enfadada.
David es intenso, como sus miradas. No es aficionado a enamorarse, y le cuesta reconocerlo. Puede enamorarse y ser el último en saberlo. No entiende sus emociones. Sólo sabe cuando es algo obvio. Y sí, reconoce que le gusta Dafne, pero la confusión sigue allí. Nunca entenderá su corazón.
Celoso como un perro. Tremendamente perro. Digo... celoso. Las dos cosas. Cuesta acostumbrarse a él. Al principio puede que sea insoportable... pero créeme, es de fiar.
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